Que vuestra alma no se acobarde
Que vuestros ojos se alcen siempre sobre las montañas
Que las lágrima por mi ausencia rieguen vuestro generoso corazón
Os dejo el milagro de la vida
Os reconforto con la alegría de mi eterna juventud
Os cubro con el manto infinito de mi presencia.
Nada se termina,
todo permanece.
La luz del día ilumina la esperanza renovada,
las estrellas de la noche se acurrucan en vuestra almohada
y desde mi estrella rutilante
os cuido en todo instante.

Soledad Hernández Hernández

España 30 de Noviembre 2007

Poesías para Laura